domingo, 8 de noviembre de 2015

Laura Gallego (Valencia, 1977)

Mandrágora (2003)

Su aprendiz carraspeó abruptamente, en un claro intento de reprimir una risa, y la reina se fijó por primera vez en él. Se había retirado la capucha de la cabeza, y una larga mata de cabello castaño rizado caía sobre sus hombros. Fue entonces cuando la reina se dio cuenta de que lo que llevaba bajo la capa era un vestido. Porque el aprendiz del sabio Zacarías… o Zacarius… era…
 —¡Una doncella! —exclamó la reina, desconcertada. 
Una muchacha, se corrigió inmediatamente. Estaba claro que no era de noble cuna. Sus ropas eran vulgares, su cabello crecía suelto y descuidado y su rostro era moreno y con unas saludables mejillas sonrosadas salpicadas de pecas. Nada que ver con los finos semblantes de porcelana de las doncellas de su corte.
—¡Oh, sí, lo olvidaba! —exclamó Zacarías; parecía todavía algo perplejo por la cuestión de su nombre—. Mi discípula… Miriam. 


Mandrágora

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